La leyenda del hibisco es un puzle que elaboré con cariño tomando y
adulterando a mi conveniencia y con mucha imaginación, una pizca de realismo
mágico (o no tanto), fantasía, ciencia, espiritualidad, metafísica, amor y
leyenda. Confío en transmitir su «esencia» («aquello que constituye la
naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas»), la cual me ha
ido siendo revelada a lo largo de muchos años, a través de signos, mensajes,
sincronicidades y experiencias; a través de libros y maestros de ahora, como Anthony de Mello o Eckart Tolle por citar solo algunos,
y de siempre (Nuevo Testamento, Tao Te King…).
Lo que trasciende la mera esencia es producto de mi innata curiosidad por
conocer la verdad y mi capacidad para cuestionarlo todo hasta llegar a ese
punto en que uno se da cuenta de que la realidad y la ficción, la verdad y la
mentira, podrían estar entremezcladas de tal manera que la respuesta más
sensata a muchas preguntas es: “Tal vez”. Ello no significa que reste
credibilidad a las obras y fuentes que seguidamente cito. Todo lo contrario:
debo conducirme con humildad y prudencia por no sentirme capaz de ratificar ni
desmentir cuanto leo, a causa de mi ignorancia en muchos campos. No estamos
ante una novela histórica, científica o metafísica, en cualquier caso, lo cual
me ha dado libertad para elegir como trasfondo de la misma, aquellas teorías,
técnicas o historias que sencillamente resuenan dentro de mí o, que, cuando
menos, me parecen sumamente interesantes.
Algunas fuentes que de un modo más o menos directo han inspirado la novela:
Libros que «me buscaron» años atrás: los tres libros de Telos, Revelaciones de
la Nueva Lemuria, de Aurelia Louise Jones; Nuestro Hogar (libro del médium Chico
Xavier atribuido al espíritu André Luiz, con una interesante versión
cinematográfica) y La Dama Azul, de Javier Sierra.
Libros que consulté con ocasión de La leyenda del hibisco: The History of the
Hopi From Their Origins in Lemuria, de Kaih Khristé King; Journeys out of the
Body, Far Journeys y Ultimate Journey, los tres de Robert A. Monroe, a quien el protagonista debe el nombre de
su «yo superior»; La puerta de los tres cerrojos de Sonia Fernández-Vidal (cuántica
básica) y The Smoky God (un viaje al mundo intraterreno) de Willis George Emerson, por mencionar
solo algunos.
Interesantes blogs o sitios web tales como: elblogalternativo.com y lacocinaalternativa.com (dos “must” de
la vida alternativa y la alimentación saludable respectivamente); davidtopi.com (mi enciclopedia
metafísica); los sitios Resembrando e Intercambiando y elmundoquenosespera.blogspot.com, que me arrojaron luz
sobre agroecología, y chamanismoenelmundo.com, completo y detalladísimo sitio sobre
ceremonias de los indios nativos y más.
Hay algunas personas cuyas teorías y aportaciones a la física, la medicina
o, en términos amplios la sanación han inspirado también mi vida y mi obra. Por
poner algunos ejemplos: el Doctor Hew Len y su contribución a la difusión de la
maravillosa técnica ancestral de sanación y resolución de conflictos denominada
Ho’oponopono; el investigador Masaru Emoto, autor del libro Mensajes del Agua sobre la capacidad del pensamiento y las emociones para alterar la
estructura molecular del agua y con ello el mismo comportamiento humano; la
matemática e investigadora Annie Marquier («el corazón tiene cerebro»), y el doctor en física
Jean-Pierre Garnier Malet y su teoría sobre el desdoblamiento del tiempo y del
espacio.
Dicho todo lo cual, me gustaría añadir que ciertos sucesos narrados en la
novela, afortunada o desafortunadamente se inspiraron en noticias de
«actualidad». Tal fue el caso de la quema de maizales por los valientes
agricultores húngaros (nótese que solo quemaron su propio maíz). En más de una
ocasión se vieron los húngaros obligados a quemar sus campos al hallar en ellos
semillas transgénicas. La determinación de este pueblo, primero en Europa en erigirse
como estado libre de transgénicos, y su amor por la agricultura bien entendida
me producen gran admiración. Asimismo, la novela se hace eco de la noticia de
unos inmigrantes que en el año 2013 perdieron la vida al incendiar su barca
averiada frente a la costa de Lampedusa, con el fin de ser rescatados (la pena
de cárcel por cooperar con la mal llamada inmigración clandestina es producto
de mi imaginación); y de esa otra del terremoto de 2012 junto a la costa de
Tarragona a causa de la instalación subterránea de un depósito de gas.
No puedo dejar de hacer una mención muy especial a todos aquellos que
dedican o han dedicado su vida a la música o al arte, que tanta influencia
ejercen en mi obra; e igualmente, a todas las gentes de bien que diariamente trabajan
en el campo y a aquellos que investigan y promueven una interacción armoniosa y
responsable del hombre con la Tierra, el cuadro más bello de la creación.
And last but not least, quisiera expresar mi gratitud al anciano sacerdote
que aquella tarde, sentado junto a un hibisco en la puerta de una ermita con
vistas al mar, me inspiró el título de esta novela al hablarme de la flor que
solo vive un día o, a lo sumo, dos.
Muchos más me inspiraron por el camino. Con sus verdades completas, con sus
verdades a medias. No crean todo lo que lean, aprehendan solo la esencia pero
mantengan la mente abierta; un día podríamos despertar y descubrir que es
mentira aquello que ayer dábamos por cierto, que es verdad lo que
considerábamos falaz. Como dice José Feliciano en su canción Che
sarà, «si sé mucho o no sé nada, ya mañana se verá».
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